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Ixhuacán de los Reyes (VER)

Fuente:dveracruz.com

Cortés:

Desde aquí anduve tres jornadas de despoblado y tierra inhabitable a causa de su esterilidad y falta de agua y muy grand frialdad que en ella hay, donde Dios sabe cuánto trabajo la gente padesció de sed y de hambre, en especial de un turbión de piedra y agua que nos tomó en el dicho despoblado de que pensé que pereciera mucha gente de frío, y ansí muríeron ciertos indios de la isla Fernandina que iban mal arropados.

Bernal:  

Y desde aquel pueblo acabamos de subir todas las sierras, y entramos en el despoblado donde hacia muy gran frio y granizo aquella noche, donde tuvimos falta de comida, y venia un viento de la sierra nevada, que estaba á un lado, que nos hacia temblar de frio, porque como habíamos venido de la isla de Cuba, y de la Villa Rica, y toda aquella costa es muy calurosa, y entramos en tierra fría, y no teníamos con que nos abrigar, sino con nuestras armas, sentíamos las heladas, como no éramos acostumbrados al frio: y desde allí pasamos á otro puerto donde hallamos unas caserías, y grandes adoratorios de ídolos, que ya he dicho, que se dicen Cues, y tenian grandes rimeros de lena, para el servicio de los ídolos, que estaban en aquellos adoratorios: y tampoco tuvimos que comer, y hacia recio frio.

San Juan de Ulúa (VER)

Vista del Castillo de San Juan de Ulua y el Puerto de Veracruz. Fuente: Wikimedia Commons.

Según la narración de la expedición de Grijalva: 

Díaz:

Y llegados cerca de los montes, nos encontramos en el principio o cabo de una isleta que estaba en medio de aquellos montes, distante de ellos unas tres millas; surgimos y saltamos todos en tierra en esta isleta, que llamamos Isla de los Sacrificios: es isla pequeña y tendrá unas seis millas de bojeo; hallamos algunos edificios de cal y arena, muy grandes, y un trozo de edificio asimismo de aquella materia, conforme a la fábrica de un arco antiguo que está en Mérida, y otros edificios con cimientos de la altura de dos hombres, de diez pies de ancho y muy largos; y otro edificio de hechura de torre, redondo, de quince pasos de ancho, y encima un mármol como los de Castilla, sobre el cual estaba un animal a manera de león, hecho asimismo de mármol, y tenía un agujero en la cabeza en que ponían los perfumes; y el dicho león tenía la lengua fuera de la boca, y cerca de él estaba un vaso de piedra con sangre, que tendría ocho días, y aquí estaban dos postes de altura de un hombre, y entre ellos había algunas ropas labradas de seda a la morisca, de las que llaman almaizares; y al otro lado estaba un ídolo con una pluma en la cabeza, con el rostro vuelto a la piedra arriba dicha, y detrás de este ídolo había un montón de piedras grandes; y entre estos postes, cerca del ídolo, estaban muertos dos Indios de poca edad envueltos en una manta pintada; y tras de las ropas estaban otros dos Indios muertos, que parecía haber tres días que lo fueron, y los otros dos de antes llevaban al parecer veinte días de muertos. Cerca de estos Indios muertos y del ídolo había muchas cabezas y huesos de muerto, y había también muchos haces de pino, y algunas piedras anchas sobre las que mataban a los dichos Indios. Y había allí también un árbol de higuera y otro que llaman zuara, que da fruto. Visto todo por el capitán y la gente, quiso ser informado si esto se hacía por sacrificio, y mandó a las naves por un Indio que era de esta provincia, el que viniendo para donde estaba el capitán, cayó de repente desmayado en el camino, pensando que lo traían a quitarle la vida. Llegado a la dicha torre le preguntó el capitán, porqué se hacia tal cosa en esa torre, y el Indio le respondió que se hacía por modo de sacrificio; y según lo que se entendió degollaban a estos en aquella piedra ancha y echaban la sangre en la pila, y les sacaban el corazón por el pecho, y lo quemaban y ofrecían a aquel ídolo; les cortaban los molledos de los brazos y de las piernas y se los comían; y esto hacían con sus enemigos con quienes tenían guerra. Mientras el capitán hablaba, desenterró un cristiano dos jarros de alabastro, dignos de ser presentados al Emperador, llenos de piedras de muchas suertes.

Cortés llegaba a San Juan de Ulúa el jueves santo 30 de marzo de 1519: 

Bernal:

Los indios hicieron mucho acato a Cortés a su usanza y le dijeron que  fuese bienvenido y que   y que un criado del gran Montezuma su señor les enviaba a saber qué hombres éramos y qué buscábamos  que si algo hubiésemos menester… Les dio vino y cuentas azules. Les dijo que veníamos para verlos y  contratar y que no se les haría enojo alguno y que hubiesen por buena nuestra llegada a aquella tierra. Y los mensajeros se volvieron muy  contentos.

Isla de Sacrificios (VER)

Juan Díaz:

Isla de Sacrificios desde Veracruz. Fuente: Wikimedia Commons.

Y llegados cerca de los montes, nos encontramos en el principio o cabo de una isleta que estaba en medio de aquellos montes, distante de ellos unas tres millas; surgimos y saltamos todos en tierra en esta isleta, que llamamos Isla de los Sacrificios: es isla pequeña y tendrá unas seis millas de bojeo; hallamos algunos edificios de cal y arena, muy grandes, y un trozo de edificio asimismo de aquella materia, conforme a la fábrica de un arco antiguo que está en Mérida, y otros edificios con cimientos de la altura de dos hombres, de diez pies de ancho y muy largos; y otro edificio de hechura de torre, redondo, de quince pasos de ancho, y encima un mármol como los de Castilla, sobre el cual estaba un animal a manera de león, hecho asimismo de mármol, y tenía un agujero en la cabeza en que ponían los perfumes; y el dicho león tenía la lengua fuera de la boca, y cerca de él estaba un vaso de piedra con sangre, que tendría ocho días, y aquí estaban dos postes de altura de un hombre, y entre ellos había algunas ropas labradas de seda a la morisca, de las que llaman almaizares; y al otro lado estaba un ídolo con una pluma en la cabeza, con el rostro vuelto a la piedra arriba dicha, y detrás de este ídolo había un montón de piedras grandes; y entre estos postes, cerca del ídolo, estaban muertos dos Indios de poca edad envueltos en una manta pintada; y tras de las ropas estaban otros dos Indios muertos, que parecía haber tres días que lo fueron, y los otros dos de antes llevaban al parecer veinte días de muertos. Cerca de estos Indios muertos y del ídolo había muchas cabezas y huesos de muerto, y había también muchos haces de pino, y algunas piedras anchas sobre las que mataban a los dichos Indios. Y había allí también un árbol de higuera y otro que llaman zuara, que da fruto. Visto todo por el capitán y la gente, quiso ser informado si esto se hacía por sacrificio, y mandó a las naves por un Indio que era de esta provincia, el que viniendo para donde estaba el capitán, cayó de repente desmayado en el camino, pensando que lo traían a quitarle la vida. Llegado a la dicha torre le preguntó el capitán, porqué se hacia tal cosa en esa torre, y el Indio le respondió que se hacía por modo de sacrificio; y según lo que se entendió degollaban a estos en aquella piedra ancha y echaban la sangre en la pila, y les sacaban el corazón por el pecho, y lo quemaban y ofrecían a aquel ídolo; les cortaban los molledos de los brazos y de las piernas y se los comían; y esto hacían con sus enemigos con quienes tenían guerra. Mientras el capitán hablaba, desenterró un cristiano dos jarros de alabastro, dignos de ser presentados al Emperador, llenos de piedras de muchas suertes. Aquí hallamos

E corriendo la costa adelante, vimos una Isleta, que bañaba la mar, y tenia la arena blanca, y estaria (al parecer) obra de tres leguas de tierra, y pusímosle por nombre Isla Blanca; y asi está en las cartas del marear. Y no muy léjos desta Isleta Blanca vímos otra Isla mayor al parecer que las demas, y estaria de tierra obra de legua y media, y allí enfrente della habia buen surgidero; y mandó el General, que surgiesemos. Echados los bateles en el agua, fué el Capitan Juan de Grijalva con muchos de nosotros los soldados á ver la Isleta, y hallamos dos casas hechas de cal y canto y bien labradas, y cada casa con unas gradas, por donde subian á unos como altares, y en aquellos altares tenian unos ídolos de malas figuras, eran sus dioses, y allí estaban sacrificados de aquella noche cinco Indios, y estaban abiertos por los pechos, y cortados los brazos y los muslos, y las paredes llenas de sangre. De todo lo qual nos admiramos, y pusimos por nombre á esta Isleta, Isla de Sacrificios. Y allí enfrente de aquella Isla saltamos todos en tierra, y en unos arenales grandes que allí hay, adonde hicimos ranchos y chozas, con ramas, y con las velas de los navíos. Habíanse allegado en aquella costa muchos Indios, que traian á rescatar oro hecho piecezuelas, como en el rio de Vanderas; y segun despues supimos, mandó el Gran Montezuma que viniesen con ello, y los Indios que lo traían, al parecer estaban temerosos, y era muy poco. Por manera que luego el Capitan Juan de Grijalva mandó, que los navíos alzasen las anclas, y pusiesen velas, y fuesemos adelante á surgir enfrente de otra Isleta que estaba obra de media legua de tierra, y esta Isla es donde agora está el puerto. Y diré adelante lo que allí nos avino.

Bernal:

Y luego vimos el rio de Banderas que fue donde rescatamos los dieciséis mil pesos y luego le mostramos la isla Blanca y también le dijimos donde quedaba la isla Verde y luego a tierra vio la isla de Sacrificios donde  hallamos los altares cuando lo de Grijalva y los indios sacrificados; y luego en buena hora llegamos a San Juan de Ulúa, jueves de la cena, después de mediodía” B60-61. Y Puerto Carrero le dijo a Cortés: “Yo digo que mire las tierras ricas  y sabeos bien gobernar”, B61