
Relato de viaje, por Sergio Suárez.
Día 10 de enero. Amanecemos en Xalapa y el pico Orizaba sigue mostrando el camino que hemos de recorrer hacia el viejo Tenochtitlán. En Xalapa, las cuestas de esta localidad nos invitan a adentrarnos colina abajo, hacia el centro histórico de la ciudad. Allí, dos profesoras de la Universidad Veracruzana (Olivia y Edna) tendrán la amabilidad de explicarnos algunas anécdotas de su ciudad. Como las curiosidades de la Catedral Metropolitana de Xalapa, que tiene la campana más grande de todo el estado de Veracruz y que es conocida por su torre mocha, destruida en un terremoto. De ahí nos dirigimos hacia el hermoso jardín botánico que se encuentra camino a Coatepec.

En la ruta, las plantas de café adornan las laderas de las montañas de Xalapa, la ciudad de las flores, donde la vegetación es tan densa que incluso especies como el Chayote crece silvestre en los postes de la luz. A uno y otro lado de la carretera inmensos plataneros de Indias (que los mexicanos denominan hayas) convierten el viaje en un sendero boscoso y sinuoso. Tras unos pocos kilómetros por carretera llegaremos al hermoso Coatepec, uno de los pueblos mágicos de México, donde la música anima sus calles a olor a café. Estamos en uno de los epicentros del famoso café mexicano.
De Coatepec nos encaminamos hacia Xico, otro pueblo mágico, puerta de las montañas de México. A la llegada a Xico nos ofrecen el famoso Torito, una bebida licorosa con distintos sabores (elegimos coco, cacahuete y café). A uno y otro lado de la carretera, los plataneros dan sombra a las plantas de café.


Xico nos recibe con los brazos abiertos. La ciudad transmite alegría y fiesta con su arquitectura típica colonial. Nos sorprenden las viviendas que aún conservan techumbres y pórticos heredados de la cultura hispánica. Los árboles de navidad también nos llaman la atención, pues están hechos de musgo. Xico supondrá para las tropas españolas de uno de los episodios más costosos y duros de la aventura de Cortés. En plenas montañas, la ruta es constantemente de subida y atraviesa collados y montículos de difícil acceso. Buscamos el viejo Xico, siempre en sentido ascendente, en dirección al Cofre Perote, para encontrarnos con algunas de las más hermosas capillas de ofrendas florales, en una mezcla multicolor entre lo hispánico y lo prehispánico.


En Xico viejo existen dos cerros diferenciados. Subimos a uno de ellos al anochecer. Las piedras sueltas han sido aprovechadas por los pastores y agricultores para hacer sus cabañas. Los amplios maizales se extienden en lo más alto de los cerros. Y el cofre de Perote siempre marca el horizonte, por el que habrán de atravesar las tropas de Hernán Cortés. En todos estos cerros existen árboles de una flor roja, comestible, que ocultan el pasado prehispánico de la zona. El lugar es digno de visita y, a buen seguro, esconde pistas importantes para comprender la dificultad que entrañó el primer viaje de Cortés. Tomamos la senda de empinada bajada dirección Ixhuacán de los Reyes y Zautla sorteando el cofre de Perote. En el camino, cualquier visitante tendrá que valorar dónde pisa porque gigantes hormigueros dificultan el tránsito. Son los hormigueros de aquellas hormigas rojas que vimos en La Antigua cuyos huevos son un manjar en el país mejicano, considerados el caviar de los mexicas.
“…y a la cuarta jornada entré en una provincia que se llama Sienchimalen; en que hay en ella una villa muy fuerte y puesta en recio lugar, porqué está en una ladera de una sierra muy agra y para la entrada no hay sino un paso de escalera, que es imposible pasar sino gente de a pie…” (Hernán Cortés, Carta de Relación)




La aventura continúa pero, antes, tenemos que descansar. El licor verde nos hará aprender mucho más de la simpática gente de Xico (entre los que destaca el formidable Alejandro, responsable del museo). Él y sus amigos de la taberna de Xico nos ayudarán a reponer fuerzas para continuar con el viaje por las montañas de México.