Nuestra ruta: Llegada a Veracruz

Zócalo de Veracruz, aún con decoraciones navideñas.

Relato, por Sergio Suárez

Día 8 de enero. La llegada a Veracruz no fue fácil. No lo fue para el Capitán español Hernán Cortés y tampoco lo fue para nosotros. Con algún retraso en el horario previsto, conseguimos llegar a la ciudad costera de Veracruz de noche, y enseguida notamos el calor tropical que nos hacía que nuestros ropajes europeos se pegaran al cuerpo. Eran las diez de la noche y parecía que fueran las 12 del mediodía.

Las luces de la ciudad nos dejaron ver bonitas creaciones artísticas, incluso en forma de vestimentas a árboles, en la avenida que nos llevaba del aeropuerto al centro de la ciudad (ACT. 1, localizar árbol vestido de mujer). El canto de los mariachis animaba la plaza del zócalo donde se erige la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y el consistorio o ayuntamiento local, todo de época colonial hispana que recuerdan la plaza de cualquier ciudad del sur del España, con árboles, vegetación y un suelo adoquinado (zócalos?).

Algunos edificios sufren las batidas de los vientos costeros y de la salitre. No es de extrañar que la ciudad haya sufrido remodelaciones, reconstrucciones, que se le haya ganado terreno al mar. Por las terrazas, los orihundos del lugar, mezclados con turistas y con españoles degustan el café sabroso de Veracruz, particularmente en su variedad “lechoso”, especialidad de la Parroquia, donde degustamos una “ropa vieja”, como si estuviéramos en la próxima Cuba de la que vino Cortés y sus 500 hispanos.

Veracruz es hoy una ciudad portuaria que no tiene nada que envidiar a otras ciudades marítimas. Con sus grandes portacargas, con sus muelles extensos y sus múltiples faros de vigía y guía de estos mercantiles. Huele a ciudad colonial bañada por el mar, donde los jóvenes marineros se forman en la escuela naval, donde se celebran bailes para la comunidad local la noche de los jueves (la de nuestra llegada). Se escucha música tropical con blancos vestidos e indumentarias tan típicos del lugar.

Los mosquitos están presentes, aunque no se les vean, son un enemigo invisible. También hay cocodrilos en las lagunas que cercan la ciudad. Si nos acercamos al puerto, al fondo se divisa San Juan de Ulúa, que invita a un encuentro con el pasado, con la historia de México y con la historia de España. Antaño fue puerto-fortaleza fundado por Juan de Grijalva, el primer español que llegó a estas tierras, hoy es una fortaleza envejecida y azotada por los temporales del Golfo de México, los huracanes y la salitre del mar.